Reinsertarse a través del rugby: «Quiero sentirme parte de la sociedad, que no me miren por encima del hombro porque vengo de la cárcel»
El libro ‘Espartanos en El Dueso’ describe el proyecto cántabro que busca inculcar a los presos los mejores valores del rugby, como el respeto a las normas y el trabajo en equipo: «El objetivo es romper totalmente con los prejuicios que tenemos contra la población reclusa»
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«El rugby es compañerismo, desgaste por el bien común, trabajo en equipo, sacrificio por el grupo… en definitiva, solidaridad por encima de las individualidades«. Así lo siente Jorge Berzosa, delegado de los Espartanos del Dueso, un equipo mediante el que se busca conseguir la reinserción de los presos del centro penitenciario de Santoña.
Y de contar esta historia se ha ocupado el escritor Marino Pérez Avellaneda, que a lo largo de las 472 páginas del libro «Espartanos en El Dueso. A la reinserción por el rugby» publicado por la Editorial Valnera documenta esta iniciativa que nació en mayo de 2018. Así, los presos que participan podrán trasladar a sus vidas los principios básicos de este deporte, «que conlleva esfuerzo, compañerismo, voluntad y diversión».
El conjunto de los Espartanos
El promotor de la experiencia y entrenador del Mazabi Santander Independiente Rugby Club, Chucho Mozimán, concibe este proyecto como una necesidad de trasladar el rugby «como herramienta para trabajar con personas privadas de libertad como en este caso, aprovechando para trasladarles los valores que transmite este deporte». Y es que, más allá de aprender a placar o pasar el balón, el rugby «ofrece muchas oportunidades de que los internos asimilen el respeto, la lealtad, el trabajo en equipo y el respeto a las normas«. «Todo este aprendizaje podrán utilizarlo después en libertad y respetando las normas de la sociedad», apunta Mozimán.
El proceso no fue para nada fácil. «Desde el primer día comenzamos a enseñarles las técnicas del rugby, pero el desafío más grande fue construir el equipo, es decir, los cimientos más profundos», explica el entrenador. «Tuvieron que crear ellos mismos el nombre, su escudo, el equipamiento, su capitán, etcétera, por lo que siempre tenían una tarea de construcción de equipo y compañerismo», apunta. Los códigos internos eran otra de las partes esenciales del proceso de aprendizaje dentro del equipo, lo que llevó a generar «ese sentimiento de pertenencia, construir algo propio y que eso generase un compromiso con lo que estaban haciendo».
¿Y cuál es el fin último del proyecto? El entrenador lo tiene claro, y es «romper totalmente con los prejuicios que tenemos contra la población reclusa«. «Un empresario que niega un trabajo a una persona que sale de El Dueso, aunque tenga experiencia, formación, se haya reinsertado y recuperado, no solamente está perjudicando al ex-preso, sino a toda la sociedad, ya que si se le cierran todas las puertas volverá a caer en el error de volver a delinquir», lamenta Mozimán.
Tras crear este proyecto y ver los enormes resultados que estaba consiguiendo, Mozimán vio la necesidad de contarlo. Así lo explica Pérez Avellaneda, que relata como «Chucho quería que se documentara este proyecto y por ello contactó conmigo, pero realmente fue un reto, porque yo no sabía absolutamente nada de rugby ni tampoco de la cárcel». Después de realizar una exhaustiva investigación, tanto de este deporte como de la situación de los presos, el escritor señala que «la reinserción es más urgente e importante que nunca«.
Tampoco fueron pocas las experiencias y el aprendizaje que se llevó el veterano escritor, que recuerda como «lo primero que sorprende a los presos es el trato que tenemos con ellos los voluntarios o las personas de las asociaciones que los invitan a algunos partidos, porque los tratamos como a personas normales, y cuando se enteran de que ninguno de los voluntarios cobramos nada por participar en el proyecto, alucinan». «Se quedan descolocados cuando los tratamos como a iguales, y cuando estamos en el equipo nadie menciona ni por qué delito están allí ni nada por el estilo», explica Avellaneda.
El propio Berzosa, el delegado del equipo, pone de manifiesto esas barreras que la propia sociedad les impone al salir de la cárcel. «Una de las patas que le falta a este tipo de proyectos es el qué hacer cuando salimos del penal», y se muestra afortunado por haber podido ir a vivir con su hija, aunque señala que muchos otros salen «sin trabajo ni vivienda a la que ir». «No te queda otra que buscar alguna asociación que te pueda ayudar, pero una persona que viene de tantos años recluida lo último que quiere es recurrir a la caridad, lo que quiere es sentirse útil dentro de la sociedad», remarca.
«Quiero sentirme parte de la sociedad, que no me miren por encima del hombro porque vengo de la cárcel», demanda el delegado, y reitera que «una amplia mayoría de la sociedad no nos acepta, ni se paran a mirar nuestros casos». «Cada vez que te señalan con el dedo te están volviendo a condenar«, lamenta, y pide que las instituciones tomen acciones para intentar cambiar y mejorar esta visión.