«Modelo 77» pone luz sobre la negrura de las cárceles heredadas de la dictadura
El director Alberto Rodríguez viaja hasta la Barcelona de 1977 para desenterrar la lucha de los presos por la amnistía general, y lo hace desde dentro de una de las cárceles más temidas del franquismo
[Artículo extraído de varias fuentes -La Vanguardia, El Confidencial, La Voz de Asturias- / Fotos de Julio Vergne y de la productora Disney]
En el número 155 de la calle de Entença de Barcelona, un edificio amarillento construido a finales del siglo XIX se mantiene hoy como testimonio de la época más oscura de la historia de España. Es la cárcel La Modelo, un presidio diseñado para que ningún rincón escapase de la mirada del cancerbero. Una estructura circular, con pasillos radiales y filas de celdas y celdas en las que no existía en punto ciego. Y un emblema ominoso del franquismo, la cloaca a la que el régimen enviaba a toda la ‘escoria’ que no merecía la España una, grande y libre. Más de cuatro décadas después del fin de la dictadura, Alberto Rodríguez toma a La Modelo como protagonista de su última película, «Modelo 77», que ha inaugurado la 70 edición del Festival de cine de San Sebastián y que llegará a nuestras salas de cine mañana viernes 23 de septiembre.
El cine español ofrece -como el relato de nuestra propia sociedad fuera de él- un tremendo agujero negro, un tiempo de invisibilidad o de silencios que abarca buena parte de nuestro siglo XX. Sobre la situación de los presos en las cárceles heredadas del régimen franquista por los gobiernos de la Transición hay que remontarse nada menos que a «La fuga de Segovia«, que filmó en 1981 Imanol Uribe, para encontrar una película que hable de la situación penitenciaria con un contexto político.
El germen del proyecto se inició después de rodar «7 Vírgenes» (2005), cuando «tuvimos conocimiento de la fuga de los 45 en el año 1978 y, a partir de ahí empezamos a investigar y documentarnos, a contactar con algunos abogados y periodistas y fue cuando oímos hablar de COPEL. Nos dio la sensación de que detrás de todo aquello había una historia buenísima que tenía que ser contada», afirma el cineasta.
«Lo primero que nos llamó la atención a Rafael y a mi es que nunca habíamos escuchado nada sobre ese colectivo y ese fue el primer impulso. Esa especie de sindicato que formaron los presos uniéndose por encima de unas condiciones terribles, del miedo y de todo». Dice Rodríguez que de la historia que se cuenta de Manuel y Pino «hay un poco de verdad y de mentira«. De las entrevistas con abogados y periodistas se pusieron en contacto con muchos de los presos que habían formado parte de COPEL durante la Transición «y toda la documentación que hemos ido acumulando, la lectura de libros, y hemeroteca ha terminado configurando dos personajes que tienen algo que ver con todas las personas que conocimos».
Miguel Herrán protagoniza esta historia que arranca en febrero de 1976, tres meses después de la muerte de Franco. Un joven contable (Miguel Herrán) entra en prisión por robar en su empresa y se enfrenta a una posible pena de entre 6 y 8 años, un castigo desproporcionado para el delito cometido. Su compañero de celda es un veterano de vuelta ya de todo (Javier Gutiérrez), que irá tomando conciencia poco a poco de que la democracia también tiene que penetrar entre los muros de la trena. Ambos se unirán a COPEL (Coordinadora de Presos en Lucha), un colectivo que reclama para los presos comunes los mismos beneficios de los que disfrutan los presos políticos, para quienes se promulgó una ley de amnistía.
El director se detiene en mostrar la dantesca vida en prisión: la brutalidad de los funcionarios, los chinches, el frío y la falta de unas mínimas condiciones higiénicas y sanitarias. La inexistencia de reinserción. En 1977, el sistema legal y penitenciario todavía era el mismo que en el franquismo, con una prisión preventiva en la que se daba una absoluta indefensión del reo. «No soy un delincuente», clama el personaje de Herrán, mientras sufre palizas y vejaciones. La única solidaridad llega de los compañeros de celda. La democracia es un término del que se ríen los guardianes, mostrados en la película como torturadores sin sentimientos.
Los vientos de cambio en el sistema penitenciario español penetran gracias a la organización de presos políticos y a la toma de conciencia de reclusos muchos de cuales en aquella época eran analfabetos. COPEL logró que la opinión pública conociera el infierno que se vivía entre rejas gracias a llamativas actuaciones como motines, incendios, huelgas de hambre y autolesiones. La fuga de 45 presos de la Modelo el 2 de junio de 1978 fue el episodio más espectacular.
Rodríguez, espera que el espectador disfrute con una historia «que te abre preguntas«.
Tráiler de la película: