800 años de La Merced por Vida Nueva
La cautividad, sin lugar a dudas, era una de las llagas sociales más acuciantes de la sociedad de frontera del siglo xiii en la Península ibérica. La guerra abierta y la constante tensión entre los reinos cristianos y musulmanes generaba cautivos. Hombres, mujeres y niños, en su mayoría inocentes, eran arrancados de su tierra y reducidos a mera mercancía humana para debilitar al enemigo. Las ciudades, las villas, los señoríos y los reinos habían creado sistemas de solidaridad social para rescatar a sus cautivos. En este contexto, un hombre de frontera, acostumbrado a aprovechar los obligados pactos de paz y de tregua, como era un mercader, cuyo origen parece provenzal y que estaba afincado en Barcelona, llamado Pedro Nolasco, dio origen a una institución religiosa de caridad dedicada a redimir a los pobres cautivos, o mejor dicho, a los cautivos pobres. Y esto hecho por merced, es decir, por misericordia, sin llevar ganancia a cambio, por puro amor.
De aquella mirada compasiva de Nolasco y de sus primeros compañeros nació La Merced, una orden religiosa puesta al servicio de la sociedad y de la Iglesia para hacer la merced de redimir a los pobres cautivos y devolverles así la dignidad de la libertad de los hijos de Dios que el sistema les había arrebatado.
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