En las cárceles de Huelva y Cádiz la realidad superó a la ficción
El Ministerio de Interior paralizó el pasado mes de marzo un estudio experimental que se ha hecho con los presos más violentos en las cárceles de Huelva y Cádiz. Les suministraban corrientes eléctricas en el cerebro para intentar disminuir su agresividad.
Un experimento realizado en cárceles de las provincias de Huelva y Cádiz ha sido paralizado por falta de informes de efectividad. El estudio quería demostrar que mediante el tratamiento con corrientes eléctricas se lograba calmar las conductas agresivas de presos violentos. Presos que se ofrecieron de forma voluntaria a participar en el estudio.
Antes de someterles a la corriente eléctrica en el cerebro, les sometían a cuarenta preguntas para evaluar sus sentimientos de hostilidad y tras recibir la descarga, volvían a plantearles las mismas preguntas. Según los resultados de la primera fase, con sólo tres sesiones los niveles de agresividad eran más bajos. Actualmente la segunda fase se encuentra paralizada por el Ministerio de Interior ya que muchos psiquiatras dudan de la efectividad y faltaban informes de sanidad.
El experimento no seguirá en marcha hasta que se demuestre que las descargas son terapias eficaces para los presos.
Voces contrarias
Mª Luisa Díaz Quintero, vocal de la Subcomisión de Derecho Penitenciario del Consejo General de la Abogacía Española, se muestra asombrada por esta medida. «No consigo encontrar el marco normativo que ampare tal indignidad y tal vulneración de los derechos fundamentales más esenciales de las personas presas», afirma.
La Administración penitenciaria debe garantizar el derecho a la vida, a la integridad y a la salud de las personas internadas en Centros Penitenciarios. Esta obligación es un mandato legal recogido en nuestra Constitución, LOGP y Reglamento penitenciario. Para Mª Luisa este mandato legal «ha quedado en papel mojado».
Ética
El director y defensor de este proyecto considera que la corriente eléctrica a la que son sometidos es muy baja y que no produce daño físico, tan sólo se nota calor en la piel, y que como resultado de someterles durante tres días a estas corrientes eléctricas disminuyeron, parece ser, la violencia verbal, física, rabia y hostilidad. «Sin embargo, manifiesta que no se sabe si los efectos serán a largo plazo…Y yo me pregunto: afirma que no producen daño físico, ¿cómo lo sabe? ¿Es que ellos mismos han experimentado esas corrientes eléctricas? La barrera del dolor es tan variada como personas existen en nuestro planeta. ¿ Se conoce el daño mental? ¿Dónde dejamos el daño moral? Y me sigo preguntando: ¿se conocen los efectos secundarios de este “experimento”? ¿Es relevante y real tal disminución o es consecuencia del adormecimiento de la descarga eléctrica?
Todas esas cuestiones nos deben hacer reflexionar sobre hasta qué punto es ético o no que las instituciones apliquen en las cárceles medidas como esta.