Capítulo 1: la doctora de Wad-Ras
Después de 30 años a la consulta de Wad-Ras, Carmen Sánchez no se imagina en ningún otro lugar. Es la médico de la prisión de mujeres de Barcelona y la primera protagonista de Temps Mort, un proyecto dedicado a escuchar las voces de las personas que han visto sus vidas atravesadas por los muros de una condena.
Internas, funcionarias, trabajadoras, voluntarias, familiares…todas conviven con la cárcel y sus consecuencias.
¿Cómo es el día a día de la médico? ¿Qué tipo de casos atiende? A través de su experiencia, descubrimos la salud física, mental y emocional de las mujeres privadas de libertad.
Patologías en prisión
La mitad de las mujeres encarceladas descubren que tienen una patología una vez están en la cárcel. El género y la clase social son dos factores clave para la mala salud en las prisiones de Cataluña, donde también aumenta el riesgo a desarrollar adicciones y enfermedades mentales.
«Como las mujeres hemos tenido siempre el rol de cuidadoras, al llegar a un lugar así, donde hay alguien que te cuida, te dejas» Podría referirse a un spa, pero nada más lejos de la realidad. La doctora Carmen Sánchez habla de la prisión de Wad-Ras, donde pasa consulta desde hace más de 30 años.
En el primer capítulo del podcast «Temps Mort», Sánchez explica como las internas del Centro Penitenciario de Barcelona visitan más al médico en situación de reclusión que en libertad. Cuando están en la calle, como muchas otras, no tienen tiempo para atender sus necesidades médicas, y entre rejas, si algo sobra, es el tiempo.
El Departamento de Salud calcula que en más del 43% de las reclusas que entraron en prisión en Cataluña entre 2015 y 2018 se les detectó alguna patología de la que no tenían constancia hasta el momento. Según el informe, en los tres primeros meses después del ingreso, es habitual diagnosticar problemas dentales y maxilares, artrosis o hipertensión.
Ilustración de Pilarín Bayés
En octubre de 2020, Justicia contabilizaba 510 internas en centros penitenciarios catalanes. Para algunas, la revisión de la doctora es uno de los primeros contactos con el sistema de salud pública, ya sea porque son extranjeras sin tarjeta sanitaria o porque, a pesar de tener la nacionalidad o la documentación en regla, no suelen pasar por el CAP.
El informe médico de cada persona que entra en el despacho de Sánchez y la historia de vida que la acompaña es diferente en cada caso, pero entre la población carcelaria femenina hay perfiles más abundantes que otros.
La Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía apunta que en las cárceles de España hay una sobrerrepresentación de mujeres migradas, con escasos recursos económicos y menos formación académica. Una combinación de factores que hace más fácil tener un peor estado de salud.
Más enfermas
La ONU estima que, a escala mundial, las probabilidades de ser pobre aumentan si eres una mujer menor de 40 años. Ellas tienen el acceso al mercado laboral un poco más complicado, reciben sueldos más bajos y trabajan en condiciones laborales más precarias. Y cuando llegan a casa, dedican un mayor número de horas a las tareas domésticas sin remunerar y se responsabilizan de las cargas familiares, como cuidar de las criaturas o atender a las personas dependientes del entorno familiar. Tanta dedicación a los demás no deja espacio para una misma.
En la prisión hay más tiempo para pensar, observar y reflexionar. Salud calcula que las reclusas pasan por la consulta seis veces más que la población general. Los motivos son variados. Como cualquier paciente, se acercan al despacho si se encuentran mal, pero a diferencia de la atención primaria en el exterior, también se acercan cuando quieren charlar con la doctora.
«Tienen una relación con el personal sanitario que es difícil de conseguir en la calle. Buscan soluciones a los males del físico, pero también del alma».
Salud mental y adicciones
La medicación pautada y las revisiones regulares sirven para tratar diagnósticos con los que entraron, pero también aquellos que han adquirido entre los muros. El aislamiento social y emocional sumado a la presión del proceso judicial provocan o empeoran trastornos como la depresión o la ansiedad.
El Grupo de Trabajo sobre la Salud Mental en las Prisiones indica que el 40% de las personas privadas de libertad en España tienen problemas de salud mental, el doble que en la población general, y que el consumo de tranquilizantes aumenta año tras año .
A los problemas psicosociales se añade la estrecha relación de la población carcelaria con el consumo de drogas. Más de la mitad de la población interna en toma de forma habitual. El mismo estudio concluye que 3 de cada 10 combinan los dos factores: las enfermedades mentales y la adicción a las sustancias psicoactivas, en especial, el tabaco, el alcohol, el cannabis y la cocaína.
«Como profesional haces lo que sabes y puedes. Una vez acaban la condena, aunque existe un programa de seguimiento por parte de la atención primaria, la mayoría dejan de cuidarse para que vuelvan a las mismas condiciones de vida que las han llevado hasta Wad-Ras».
Para algunas, la privación de libertad ha sido una oportunidad para acceder a la sanidad que no habían tenido antes, una puerta de acceso a la salud que una parte de la población tiene cerrada o, como mínimo, menos accesible. Para otros, ha significado un empeoramiento del estado mental y físico, una pausa o un acelerador de su calidad de vida.