Capítulo 10 de «Temps Mort»: «Cristina», nacer, crecer y volver a la prisión
«Cristina» (nombre ficticio) nació en la prisión porque su madre cumplía condena. 31 años después ha vuelto como interna. Aprendió de niña a robar para comprar droga. Al principio, se lo entregaba a su madre. Y con los años, ella también se enganchó. Ahora hace dos años que está limpia gracias, según dice, al nacimiento de sus hijas, a quienes quiere dar las oportunidades que ella nunca tuvo. En el décimo podcast de «Temps mort» explica una trayectoria personal complicada pero esperanzadora. Dice que antes se comía la prisión, pero ahora admite que la prisión se la come a ella. Quiere libertad y una oportunidad para empezar de nuevo.
(Artículo de Temps Mort)
Las consecuencias de la droga: «La madre murió en mis brazos cuando tenía 12 años»
7 de cada 10 personas encarceladas ha consumido sustancias adictivas alguna vez en la vida
Cristina dice que de adolescente estaba enfadada con la vida. No lo ha tratado muy bien. Nació entre las rejas de Wad-Ras hace 31 años porque su madre cumplía condena. Después vivió en diferentes centros de menores, de donde se escapaba para visitarla cuando salía en libertad.
«La madre estaba muy enganchada y yo la cuidaba. La dejaba en casa para llevarle la droga, hasta que murió en mis brazos cuando tenía 12 años«
De mayor siguió sus pasos y robaba para consumir. Ahora es interna en la misma prisión donde creció.
La adicción es uno de los problemas más recurrentes entre las personas privadas de libertad y uno de los campos de batalla de la protagonista del último podcast de «Temps mort», en Catalunya Ràdio. Hace dos años que está limpia y le adjudica una parte del mérito a la maternidad.
«Estuve muy mal por una recaída con la cocaína y me di cuenta que no podía acabar como mi madre«
La llegada de sus hijas la hizo reflexionar. Se niega a criarlas en el mismo ambiente que ella conoció, por eso trabaja con profesionales del centro para deshacerse de la adicción.
Ilustración de Pili Buesa para el podcast «Temps mort» de Catalunya Ràdio (CCMA).
Según datos de Instituciones Penitenciarias, el 71% de las personas encarceladas ha consumido sustancias adictivas alguna vez en la vida. El alcohol, el tabaco y el cannabis son las más habituales en una larga lista que también incluye otros como la cocaína, la heroína o los tranquilizantes sin receta.
Un espejo del exterior
El mismo informe indica que la mayoría empieza fuera de la prisión. La directora de Wad-Ras, Soledad Prieto, apunta en «Temps mort» que la población reclusa es un reflejo de la sociedad en libertad.
«Es lo que he aprendido», concluye Cristina después de narrar la muerte de su madre, las palizas del padrastro y la posterior relación sentimental con un hombre que también se drogaba. Los datos muestran que el consumo entre muros desciende respecto a los niveles de la población general porque algunas internas inician programas de desintoxicación.
En Cataluña, los tratamientos de adicciones en las prisiones pasan por un seguimiento de analíticas obligatorias y sesiones de terapia grupales e individuales.
Las presas también pueden participar en el programa de metadona para sustituir el consumo de opiáceos como la heroína y en el programa PIX, de intercambio de jeringuillas, para reducir el riesgo de contagios de enfermedades por haber compartido material para pincharse.
Además, las intervenciones motivacionales y la educación en salud son dos de los ejes más importantes contra la droga. Cristina lo tiene claro:
«Ahora tengo fuerzas para continuar adelante porque veo que me dan oportunidades y confían en mí«
Combinación fatal
Salud calcula que alrededor del 40% de las mujeres encarceladas en Cataluña son pacientes crónicas de salud mental, mientras que en la población general el porcentaje se reduce al 4%.
Entre las internas hay una alta prevalencia de trastornos de ansiedad, de personalidad y de esquizofrenia. A la carencia de recursos para ofrecer tratamientos especializados, se suma la estrecha relación de algunas con las adicciones. Un cóctel difícil de gestionar desde un centro penitenciario. La privación de libertad pasa factura:
«Antes me comía la prisión, he estado muy mala aquí dentro y he causado muchos problemas, pero ahora la celda me pesa y es la prisión la que me come a mí«
Con la mirada en el futuro, afirma que quiere dar a sus hijas las oportunidades que ella no tuvo. Y le pide lo mismo a la sociedad: «Que no me dejen fuera, que me den la libertad para empezar una nueva vida porque soy fuerte y aprendo de los errores».
Cristina está convencida que lo conseguirá.