Capítulo 3 de «Temps Mort»: «Soledad Prieto, directora de Wad-Ras»

Soledad Prieto es la directora de la única cárcel de mujeres de Cataluña. En el tercer capítulo de «Temps mort», explica en qué consiste su trabajo, qué alegrías le aporta el trato cercano con las internas y qué barreras deben superar para garantizar la calidad de los programas de reinserción. Dice que la cárcel la ha hecho más humana y tiene muy claro que es necesario tener una cárcel de mujeres para las mujeres.

(Artículo de Temps Mort)

El cierre de Wad-Ras puede hacer perder la perspectiva de género en los programas de reinserción

Los centros y módulos penitenciarios femeninos están peor dotados que los masculinos, lo que afecta la calidad de los procesos de rehabilitación

El único centro penitenciario de mujeres en Cataluña es centenario y se cae a pedazos. La directora de Wad-Ras lo tiene claro: «Hay que derribar toda la prisión para volver a construirla». La reforma está descartada porque, en principio, en 2025 se trasladará su población al complejo que Justicia creará en la Zona Franca.

Ahora bien, una hipotética reconstrucción permitiría, además de una infraestructura más moderna, revisar la utilidad de los espacios que, en teoría, deben rehabilitar las internas para incorporarlas a la sociedad, pero que, en la práctica, están lejos de parecerse a la realidad fuera de los muros.

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Ilustración de Luis Tinoco para el programa «Temps mort» de Catalunya Ràdio (CCMA)

 

Soledad Prieto hace cuatro años que dirige Wad-Ras y cree que las salas de comunicación de la prisión son «hostiles» porque conservan la distribución de las cárceles antiguas, más pensadas para el castigo que para la reinserción.

«Me parece inhumano que en el siglo XXI una persona tenga que verse con alguien a través de unos barrotes»

La mayoría de internas han cometido delitos relacionados con robos y tráfico de droga, pero los niveles de seguridad hacen pensar que son convictos de carácter violento. El espacio no se ajusta a las necesidades.

Pensadas para los hombres

Angela Davis describe en el libro «¿Podemos abolir las cárceles?» que los primeros centros penitenciarios fueron diseñados en el siglo XVIII en Europa para castigar a los hombres. A la mujer se le negaba cualquier estatus de individuo porque eran propiedad del marido, por lo tanto, no se le podía privar de un derecho como la libertad si ni siquiera lo disfrutaba.

La realidad ha cambiado. Ahora las mujeres cometen delitos y son encarceladas con el objetivo de convertirlas en mejores ciudadanas, tal como indica la Constitución española. La directora de Wad-Ras admite:

«La reclusión no es la solución, pero si entran aquí, les tenemos que dar las máximas herramientas para que salgan en las mejores condiciones competitivas»

Sin embargo, entidades como el Instituto de Ciencias Políticas y Sociales denuncian la falta de perspectiva de género en los programas de reinserción y dicen que los espacios carcelarios femeninos están peor dotados en cuestiones de servicios y actividades, lo que afecta la eficiencia de los procesos de rehabilitación.

Según Justicia, más del 93% de la población reclusa en Cataluña son hombres y, en consecuencia, las políticas penitenciarias están más dirigidas al sector masculino. La brecha se agrava en el caso de los centros mixtos, donde ellas son la minoría que ocupa un módulo dentro de un complejo lleno de reclusos.

Wad-Ras es la única prisión integrada sólo por mujeres en toda Cataluña y, dentro de unos años, desaparecerá. Ante la perspectiva del traslado, la directora reclama: «Un espacio para las mujeres con condiciones adecuadas, porque la parte humana ya la llevamos las personas que trabajamos, pero la arquitectura es fundamental».

Barreras estructurales

Ser un centro pequeño, con unas ochenta internas, tiene ventajas como el trato cercano. «Paso todos los días por el patio para que vean que estoy con ellas», explica Prieto. La presencia de trabajadores en los espacios comunes es una filosofía implantada a propósito por la directora:

«Aquí no hay bunkers ni automatismos, por lo tanto, si una señora quiere pasar de un lugar a otro, debe interactuar con el funcionario, lo que favorece que la relación sea mejor»

Pero vivir en una construcción vieja y obsoleta también conlleva inconvenientes. La división por módulos es reducida, lo que hace que en las habitaciones convivan reclusas de todas las tipologías, aunque la ley orgánica general penitenciaria dice que los ingresos deben dividirse según aspectos como el sexo, la edad o la condena.

«Tenemos las mismas condiciones para las presas consideradas peligrosas que para las que han cometido un hurto»

La falta de espacios tampoco facilita que las personas con problemas de salud mental tengan su propio módulo donde seguir programas especializados. «Se han eliminado los centros de salud mental de internamiento», añade Prieto, «y tenemos a prisión gente que tal vez necesita otro tipo de recursos».

Las Reglas Penitenciarias Europeas determinan que las personas encarceladas deben conservar todos sus derechos, excepto los que la condena les haya quitado, y que los regímenes de visitas deben permitir desarrollar relaciones familiares tan normales como sea posible. La arquitectura y la Covidien-19 lo ponen difícil. Las comunicaciones se han complicado porque las internas deben hacer las videollamadas desde el centro del módulo.

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