El mercedario Javier Mañas nos muestra la obra social de Panamá en TRECE TV
El programa Misioneros por el Mundo del canal de televisión TRECE ha realizado un fantástico reportaje sobre la obra social de los mercedarios en Panamá. Los reporteros del programa viajan por el mundo y se trasladan a nuevos destinos para contarnos el relato de aquellos hombres y mujeres que luchan por un mundo mejor.
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En el Chorrillo, uno de los barrios periféricos de la ciudad de Panamá, tenemos un conjunto de obras sociales, en torno a la Parroquia Nuestra Señora de Fátima, en la que se encuentra el mercedario Javier Mañas García, nacido en Castellón, pero que lleva varios años acompañando a los habitantes de este barrio pobre, donde las propias construcciones (apartamentos de 50 o 60 metros donde pueden vivir entre 7 y 10 personas) “engendran violencia”, como dice el misionero.
De niños a ancianos
Una de las obras sociales es el Hogar de Ancianos San Pedro Nolasco, donde algunos niños llegan abandonados por sus propias familias. En el comedor, los ancianos comparten el comedor con los niños de la escuela, otra iniciativa de estos misioneros, que permite a sus madres entrar en el mundo laboral, y que ayuda a curar las heridas de estos niños, que muchas veces provienen de hogares desestructurados.
En el Hogar de Niños hay 14 que han encontrado allí el amor de una familia. «Educamos a los niños en el respeto hacia los ancianos». Muchos de los menores vienen de entornos difíciles e inestables «trabajamos en superar las pérdidas y las heridas que tienen. Si no se curan esa heridas no pueden crecer, no puede llegar al éxito».
Junto a Javier Mañas trabaja otro mercedario, Francisco Javier Palomares, párroco de la diócesis que trabaja además con privados de libertad. Natural de un pequeño pueblo de Jaén, el párroco de Nuestra Señora de Fátima, explica como es la piedad religiosa de los panameños.
Este sacerdote es además el capellán de las cuatro prisiones más grandes de Panamá, tres de ellas muy complicadas. Entre ellas “La Joyita”, donde los presos viven “hacinados” pero con esperanza gracias a la Iglesia. Como dice uno de ellos “Dios no nos abandona por difícil que sea el desierto”.