D. José Cobo: «La prisión es invisible a la sociedad, hay distancia geográfica y también de sensibilidad»
«Estar aquí me hace estar despierto y cerca de tantos que están necesitados de misericordia, de amor y perdón»
«Todavía hay gente en la Iglesia que cree que el que está en la cárcel es malo y el de fuera es bueno, y no siempre el delito es pecado»
«Evidentemente el cura de prisión debe creer en la reinserción, en comprender las caídas, o reincidencias. Debe luchar para que nuestra sociedad sea la de las oportunidades, no la de las condenas»
Entrevista de Religión Digital a monseñor José Cobo, obispo auxiliar de Madrid, que acaba de asumir el cargo de responsable de la Pastoral Penitenciaria de España. Convencido de que, para trabajar en una prisión, hay que creer en la reinserción de los condenados, monseñor Cobo espera que «podamos combatir no solo el Covid-19 sino la indiferencia, el individualismo, la exclusión y el desconsuelo».
Acaba de asumir el encargo de obispo responsable de Pastoral penitenciaria. ¿Cómo lo afronta?
Con sumo respeto y admiración a la trayectoria de tantos cristianos que se dejan la piel en esta misión. Y aprendiendo de quienes trabajan, con Florencio Roselló al frente, como director del departamento. Aquí llego con mi pobre experiencia. Antes de ser cura fui voluntario en la pastoral penitenciaria, después siempre como sacerdote he estado cerca de esta realidad. Ahora como obispo me incorporo a este camino para caminar en la pastoral que es de toda la Iglesia.
Estar aquí me hace estar despierto y cerca de tantos que están necesitados de misericordia, de amor y perdón. Y hacerlo en este tiempo es una oportunidad. Sabemos que la crisis, el nuevo virus, el descalabro económico llegará a los más vulnerables e irremediablemente a los presos y a sus familias, y desde allí a muchos. Así afronto la tarea para ayudar a estar preparados y hacer que este virus no entre en las cárceles. Pero no solo este. Hay otros viejos virus que piden vacunas para impedir que se cuelen en los corazones de los privados de libertad, en los trabajadores de los centros, en los voluntarios o en las familias. Jesús nos dará luz para que, con la solidaridad, la justicia y la caridad, como dice el Papa Francisco, podamos combatir no solo el Covid-19 sino la indiferencia, el individualismo, la exclusión y el desconsuelo.
¿Con 162 capellanes y 2.560 voluntarios, la pastoral penitenciaria goza de buena salud?
Creemos que sí, porque en todas las prisiones de España está presente la Iglesia, de una manera comprometida y organizada. Trabajando tanto dentro como fuera de la cárcel. La Memoria 2019 que se ha presentado recientemente muestra un compromiso que lleva a atender a la persona en su globalidad a través de tres áreas: religiosa, social y jurídica. Atendemos a la persona presa en todas sus dimensiones, no solo en la religiosa, también en sus necesidades sociales y en sus asuntos jurídicos.
La buena salud se nota cuando, en medio de esta epidemia, no paramos de compartir experiencias y gestos que sanan y señalan por dónde está el Dios que quiere a todos sus hijos e hijas. Así recibimos un generoso número de voluntarios, que suponen la cuarta parte de todos los que intervienen en prisión.
O cuando miramos a los recursos que ponen a disposición como son pisos de acogida, seguimientos, ayuda a familias, búsqueda de empleo… Y también cuando analizamos la inversión económica que cada año aporta la Pastoral Penitenciaria en proyectos de acompañamiento y de reinserción social.
Tengo entendido, además, que el año pasado la pastoral penitenciaria invirtió 1,76 millones de euros. ¿De dónde proceden sus ingresos?
La Pastoral Penitenciaria cada año se reinventa y es muy creativa. Estoy conociendo un abanico riquísimo de acciones e iniciativas que necesitan recursos y los solicitan. Es por eso que parte de ese dinero procede de donativos y colaboraciones directas de particulares, parroquias, comunidades religiosas y entidades religiosas (Caritas…). Y también otra parte proviene de ayudas de la administración, pues en muchos lugares la Pastoral Penitenciaria ha creado fundaciones o asociaciones para poder acceder, como cualquier otra entidad, a estas ayudas sociales o privadas destinadas a los más vulnerables, como es el caso de la cárcel.
¿Los católicos españoles están suficientemente concienciados sobre la atención a los encarcelados?
Se está avanzando bastante. Aunque hay que reconocer que la prisión es invisible a la sociedad y por lo tanto también a la Iglesia. La cárcel no se ve, no se puede ir cuando uno quiere, como a un hospital, a un colegio, a una entidad pública, y eso crea distancia geográfica y también de sensibilidad. Mucha gente de Iglesia solo escucha hablar de la cárcel a través de casos y delitos mediáticos, y eso genera también opinión y no siempre buena que lleva a tomar, en ocasiones posturas contrarias al evangelio. Todavía hay gente en la Iglesia que cree que el que está en la cárcel es malo y el de fuera es bueno, y no siempre el delito es pecado.
¿La Iglesia católica apuesta por la reinserción, incluso en el caso de los terroristas o de los pederastas?
La Iglesia por mandato de Cristo va al encuentro del que está en prisión, la cárcel es un espacio privilegiado para el encuentro. La Iglesia cuando entra en prisión no pregunta el delito. De hecho, muchos capellanes y voluntarios no conocen el delito de muchos presos con los cuales desarrollan una actividad o participan en la eucaristía.
Para nosotros hay personas. El Papa Francisco definió bien esta pregunta en su visita a la cárcel de mujeres de Chile en enero de 2018, “Una condena sin futuro no es humana, es una tortura”. Y ¡cuidado! La Iglesia también repudia y rechaza este tipo de delitos.
¿La pandemia acercó a los presos a Dios e hizo aumentar la solidaridad en las cárceles?
Como me dice Florencio (y muchos capellanes y voluntarios), muchos presos, ante la impotencia y el desconcierto con que se vivía la pandemia, se lanzaron a apoyarse fuertemente en Dios. Veían, en medio de la experiencia de la cárcel, que todo fallaba, que los medios humanos, sanitarios se desbordaban, no llegaban. Hubo testimonios de presos que todas las noches rezaban por enfermos y fallecidos por la pandemia. Algunos se reunían en grupos, los sábados y domingos, a imagen de las primeras comunidades cristianas, y en medio de ese desconcierto se dirigían a Dios, y ponían en él toda su esperanza.
Sí, durante la pandemia muchos hombres y mujeres presos rezaron más y se acercaron más a Dios. La vulnerabilidad que hemos experimentado nos ha dado la posibilidad de ser más humanos a todos.
¿Ha vuelto la misa a las prisiones?
Desde mediados de junio, los capellanes han vuelto a entrar y han vuelto a celebrar las eucaristías en prisión. Pero en pequeños grupos. Las medidas sanitarias recomiendan que no se mezclen presos de diferentes módulos o departamentos, para evitar posibles contagios, eso ha motivado que los capellanes tengan que celebrar más eucaristías los fines de semana. Los grupos son más reducidos, pero también más profundos.
Aunque en el momento de esta entrevista el virus está entrando en algunas prisiones, cosa que no se produjo en la primera ola, y se está cortando la entrada en algunas de ellas, con la limitación también de las celebraciones.
¿Los capellanes de prisiones son o tienen que ser curas especiales y con un gran corazón samaritano?
El cura de prisiones no es un héroe, no es especial, es un sacerdote más de la Iglesia diocesana que recibe el envío del Obispo a evangelizar a unas periferias especiales. Además, trabaja en equipo con los voluntarios en cada centro. Evidentemente el cura de prisión debe creer en la reinserción, en comprender las caídas, o reincidencias. Debe luchar para que nuestra sociedad sea la de las oportunidades, no la de las condenas. Debe fijarse en la persona más que en el delito, debe confiar en que el preso necesita, por medio de una experiencia honda de humanidad, y de la que la Iglesia es experta, un día normalizar su vida y reinsertarse en la sociedad.
Y entiendo que en este ministerio pastoral en prisión deberá haber un componente vocacional importante a esta realidad, de lo contrario se puede estar frustrando las expectativas de muchos presos que ponen en la Iglesia toda su esperanza.
¿Qué pediría al Estado y a la Iglesia para los encarcelados?
Se podría pedir mucho, pero por ser concretos, al Estado que crea más en la reinserción que en la prisión. España es el país de Europa y del mundo con menos tasa de delitos violentos, en cambio es el país de Europa que cumple una media más alta de prisión que otros países de Europa. La media de estancia en prisión en Europa es de 10 meses, en España es de 17 meses. Se necesita un cambio en la aplicación del Código Penal.
A la Administración Penitenciaria le pediría que confíe más en los presos, que siga humanizando los espacios y las relaciones, que ofrezca más oportunidades de permisos, terceros grados. Que ayude a construir el futuro de los presos, un futuro en libertad.
Y a la Iglesia, que sea casa también de los presos. La misión que nos mueve nos lleva a estar en los lugares donde se necesita la misericordia de Dios, y no estamos “unos pocos”, sino es toda la Iglesia de Jesucristo la que entra en cada cárcel.