Las mujeres en la cárcel, un modelo que debe evolucionar
Con un 7,8% de población femenina reclusa, España encabeza el ranking europeo de población penitenciaria femenina, superando claramente la media europea (aproximadamente un 5%).
Algo falla en este sistema, pues es evidente que la mujer no resulta “re-educada”, no acaba “integrándose” en la sociedad y que, por eso mismo, no logra superar esta situación, y esto puede acabar conduciéndola a una situación de marginación y exclusión social. Los tipos de mecanismos han de ser distintos y quizás hayan de contemplar, entre otras, herramientas que valoren sus capacidades y les permita acceder a recursos, ya sean económicos, culturales o asistenciales, que sirvan como un trampolín para su reincorporación a la sociedad.
La Fundación, que atiende y da soporte a mujeres en nuestras comunidades de España y Centroamérica, vive diariamente esta cruda realidad. Nuestros religiosos luchan y se preocupan para que ellas tengan la posibilidad de tener un futuro mejor. No es fácil, ya que a nivel estructural deben cambiar muchas cosas a través de nuevas formas de proceder.
Mecanismos que tengan en cuenta las especiales circunstancias de estas mujeres porque, de lo contrario, el sistema no será más que un reproductor permanente de aquellas causas que las llevó a delinquir.
Según la Associación Pre Derechos Humanos de Andalucía, «las mujeres son objeto de discriminación por parte de la Administración, pues además de disponer de las migajas de los recursos que sobran a los hombres, son recursos pensados para estos». Y cuando se piensa en ellas, se les ofrecen talleres de costura, limpieza, lavandería… confirmando así el rol que tradicionalmente se ha concedido a la mujer.