¿Por qué se reduce poco el hambre en Latinoamérica?
Venezuela, Argentina o Guatemala son las nuevas caras de la desnutrición y la inseguridad alimentaria en Latinoamérica
En el mundo de hoy hay menos hambrientos que en el de hace veinte años, pero no que en 2015: desde entonces, el porcentaje de personas subalimentadas se ha mantenido en los mismos niveles. La región latinoamericana no es una excepción. Al contrario: al norte del Canal de Panamá, las tasas apenas han variado. Al sur, incluso se han incrementado ligeramente.
La subalimentación no se caracteriza por incrementos significativos en los niveles de conflicto. Guatemala, por ejemplo, es un estado considerablemente más pacífico hoy que en la década pasada. Argentina mantiene tasas comparativamente bajas para la región. No: las respuestas se esconden en otros lugares. Y la consideración separada de Argentina, Venezuela y Guatemala ayudará a dilucidar al menos tres de ellas: las crisis económicas, la disfucionalidad corrupta del Estado, y el mayor reto a largo plazo, los efectos del cambio climático sobre la producción de alimentos en regiones particularmente expuestas.
El hambre está creciendo en América Latina y el Caribe, y en 2018 llegó a afectar a 42,5 millones de personas, el 6,5% de la población regional, según el nuevo informe conjunto de Naciones Unidas, El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2019 (SOFI, por sus siglas en inglés). Según el informe presentado hoy por FAO, FIDA, UNICEF, PMA y OMS, en los últimos cinco años (2014-2018), la subalimentación ha aumentado a nivel mundial, principalmente debido a los incrementos de África y, en menor medida, de América Latina.
En América Latina y el Caribe, las tasas de subalimentación han aumentado en los últimos años, en gran parte como consecuencia de la situación en América del Sur, donde el porcentaje de personas con hambre aumentó del 4,6% en 2013 al 5,5% en 2018. América del Sur alberga la mayoría (55%) de las personas subalimentadas de la región, y el aumento observado en los últimos años se debe sobre todo al deterioro de la seguridad alimentaria en la República Bolivariana de Venezuela, donde la prevalencia de la subalimentación aumentó casi cuatro veces, de 6,4% en 2012-2014 a 21,2% en 2016-2018.
El aumento significativo del hambre en Venezuela en los últimos años coincide con el período de recesión del país, cuando la inflación alcanzó aproximadamente un 10 millón por ciento y el crecimiento del PIB real empeoró, pasando de –3,9% en 2014 a un estimado de –25% en 2018. En contraste, el porcentaje de subalimentación en América Central (6,1%) y el Caribe (18,4%), han estado disminuyendo desde 2013, a pesar de ser más alto que en América del Sur (5,5%).
Ralentización económica, aumento de la pobreza y desigualdad
El aumento en el hambre está estrechamente relacionado con la desaceleración económica general de la región. Las caídas en los precios de los productos básicos desde 2011 llevaron a un deterioro en las finanzas públicas de muchos países dependientes de la exportación de productos básicos en América Latina y el Caribe.
La tasa de desempleo urbano alcanzó el 8,9% en 2016, lo que representa un aumento de 1,6 puntos porcentuales desde 2015. La disminución del PIB y el aumento del desempleo resultaron en ingresos más bajos para los hogares. Después de varios años de marcadas reducciones en la pobreza, el número de personas pobres aumentó de 166 millones a 175 millones entre 2013 y 2015, aumentando de 28,1% al 29,2% de la población.
Una nueva medida de la inseguridad alimentaria
El informe SOFI de este año incluye una nueva forma de medir el avance hacia el Objetivo de Desarrollo Sostenible 2.1: la prevalencia de la inseguridad alimentaria grave y la prevalencia de la inseguridad alimentaria moderada o grave, indicadores basados en la Escala de experiencias de inseguridad alimentaria (FIES, por sus siglas en inglés).
Si bien la prevalencia de la subalimentación (hambre) es el indicador tradicional de la FAO utilizado para medir el hambre a nivel mundial y regional, la escala FIES se basa en datos obtenidos al preguntar directamente a las personas, a través de encuestas, sobre su seguridad alimentaria y su acceso a los alimentos.
Según la FIES, el 9% de la población latinoamericana (sólo América del Sur y Central, ya que no hay datos disponibles para el Caribe) sufrió grave inseguridad alimentaria en 2018, mientras que el 21,9% sufrió una inseguridad alimentaria moderada. La tasa de inseguridad alimentaria severa alcanzó el 10,6% para América Central y el 8,3% para América del Sur. La inseguridad alimentaria moderada afectó al 20,9% de los centroamericanos en 2018 y al 22,3% de los sudamericanos.
Desnutrición crónica, aguda, sobrepeso y obesidad
Actualmente, según el informe SOFI, 4 millones de niños menores de 5 años sufren sobrepeso (7,5% del total), 700 000 sufren desnutrición aguda (1,3%) y 4,8 millones sufren retraso en el crecimiento o desnutrición crónica (9%).
Para los adultos la situación es aún más grave en términos de obesidad y sobrepeso. “Hoy, por cada persona que sufre hambre, más de seis personas sufren sobrepeso”, dijo Berdegué, llamando a un gran impulso regional contra todas las formas de malnutrición.